'Gotta make a move to a
Town that's right for me
Town to keep me movin'
Keep me groovin' with some energy
Well, I talk about it
Talk about it
Talk about it
Talk about it
Talk about, Talk about
Talk about movin...'
Town that's right for me
Town to keep me movin'
Keep me groovin' with some energy
Well, I talk about it
Talk about it
Talk about it
Talk about it
Talk about, Talk about
Talk about movin...'
Cuando Adolfo recién se mudó al DF y yo vivía en Veracruz,
solía venir de fin de semana y en sólo un par de días, él lograba sorprenderme
llevándome siempre a lugares nuevos y totalmente diferentes a los que había (y
todavía hay) en Veracruz. Si no hacíamos un “tour arquitectónico”, nos
dedicábamos a desayunar/comer/cenar en lugares no sólo deliciosos sino además
diseñados con todo el detalle y buen gusto que caracteriza a los arquitectos y
diseñadores mexicanos contemporáneos.
Desde que Adolfo se fue a Puebla y yo vivo sola en México,
esos días de pasear de un extremo de la ciudad a otro para conocer una casa que
hizo Barragán o cenar en el nuevo restaurante que diseñaron Rojkind y Esrawe,
se han esfumado, y han sido reemplazados por días enteros en la cama viendo
series de los 90’s (cuando paso mis fines de semana sola, à la Charlie Peanuts)
o por cenas a las 8 de la noche del sábado en algún lugar familiar y domingos
en plazas comerciales varias (cuando Adolfo viene).
¿Qué ha cambiado? Por una parte, recorrer y descubrir la
ciudad no es tan appealing cuando no tienes con quién disfrutarlo y comentar.
No es lo mismo ir a alguno de esos lugares que solíamos visitar con alguien que
no encuentra en ellos lo que nosotros como arquitectos vemos… disfrutan la
comida (y más aún la bebida), pero no pasa de allí (sorry friends, es la
verdad). Por el otro lado, creo que oficialmente he dejado de ser una turista y
me he convertido en una habitante (chilanga jamás, no offense) de esta hermosa
y caótica ciudad.
¿Y qué pasa? Es algo que me gustaría llamar el efecto NYLON
(NY/London). ¿Cuántas veces hemos escuchado de amigos que tienen la fortuna de
vivir en ciudades como esas (aunque seguro pasa en muchas otras, God knows que
Sheffield no es exactamente París y me pasó allí también) que nunca han estado
en X o Y lugar? Lugares que son la principal “atracción turística” de dicho
lugar, razón misma que se vuelve la causa de por qué nunca han ido allí. Nos lo
decía Melissa en New York y Hemani en Londres. Melissa nunca, en varios meses
que llevaba viviendo en NY había ido a Central Park o Times Square, mientras
Hemani que toda su vida había vivido en Londres, no sabía dónde estaba el
Serpentine Gallery Pavilion en Hyde Park. Yo, que había visitado Londres una
vez antes ese mismo año, fui mejor guía turística que ella… ¿por qué?
Supongo que cuando vivimos en un lugar, tenemos la idea de
que lo que sea que queramos hacer algún día, podemos hacerlo cualquier día, sin
pensar que nos pueden clausurar ese sitio porque la hija de un funcionario de
gobierno se quejó (Lady Profeco I’m talking to you), o que puede cambiar tu
vida porque te proponen matrimonio y guess what?, te toca mudarte a Holanda,
Noruega, Bélgica, España, Italia o algún lugar menos nice que éste (porque
enfrentémoslo, la ciudad de México es lo máximo).
El otro día reflexionaba sobre esto y cómo a veces se me
olvida dónde estoy y todo lo que esta ciudad ofrece. La realidad es que fuera
de las ocasiones en que tengo visitas, no suelo frecuentar lugares turísticos,
ni siquiera aquellos que me interesa conocer como Xochimilco (porque nadie quiere ir a Xochimilco de forever alone, ni
siquiera porque YOLO). Ahora que lo pienso, las únicas cosas que hago, aun
cuando estoy sola en fin de semana, involucran actividades de carácter muy
local… tan local, que siento que cada que asisto a este tipo de cosas (La Lonja
Mercantil, el Corredor Cultural Roma Condesa, los Foodtrucks Fairs/Bazars), veo
a las mismas personas, y aunque no conozca a nadie y naaaadie me conozca a mí,
siento que pertenezco a este lugar.
A veces se me olvida dónde vivo… pero me he puesto como meta
recordármelo más seguido porque nunca se sabe qué puede pasar y a dónde puedo
ir a parar.
g.
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